domingo, 22 de marzo de 2015

"JAMÁS PODRÉ OLVIDAR LAS PRIMERAS PALABRAS DE MI HIJO... SOLO SABÍA DECIR "BUM, BUM, BUM"


Se me parte el alma solo de pensar que la humanidad, con el paso del tiempo, es capaz de olvidar un conflicto que ya dura más de 5 años , con un balance humanitario dramático, difícil de digerir en el S.XXI: más de 215.000 personas han perdido la vida en él. Pero eso solo es una parte.

¿Y los heridos, y los refugiados, y los que han perdido a su familia, sus hogares y viven en un campo de refugiados en Líbano, Jordania, Turquía?… sin esperanza de poder volver a sus casas, con la consciencia de haber perdido todo lo que tenían y sabiendo que poco pueden hacer por recuperarlo, ya que no está en sus manos el fin del conflicto. Que por otra parte, os diré, aunque terminara hoy mismo, las secuelas que deja tras de sí, las heridas abiertas son ya imposibles de cerrar.

La muerte de un hijo es igual de dolorosa en España que en Siria o en el Cuerno de África. ¿Sabéis cuantas madres han perdido a sus hijos en este conflicto? ¿Ó cuantas hijas han perdido a sus madres? ¿Cuántas personas se han quedado sin hogar, sin un lugar en el que cobijarse y cobijar a sus hijos, hermanos, primos o sobrinos? Probablemente la mayor parte de la gente que lea esto no lo sepa. Es lo que tiene la lejanía y las cifras. Son escalofriantes, pero también son frías.

Un hombre llora mientras sostiene a su hijo, asesinado por el ejército sirio, en Aleppo, Siria. Esta es una de las fotografías galardonadas con el premio Pulitzer (3 de octubre de 2012) / AP MANU BRABO


Como periodista se que a la gente no le llegan las cifras sino los casos concretos. Y más aún cuando se trata de un país “lejano”. Y lo meto en entrecomillado porque no está tan lejos. Más kilómetros nos separan de EE.UU y bien que nos preocupamos de sus problemas. Pero Siria… Siria ya es otra cosa… son árabes, musulmanes algunos… y en Europa hay mucha Islamofobia. Bueno miento, hay mucha ignorancia.

Porque yo he estado conviviendo mano a mano con palestinos en Gaza y Cisjordania y os aseguro que nunca he estado más cómoda que ahí. Nadie me ha hecho el trabajo más sencillo que ellos, más agradable. Siempre con una sonrisa, con un té que ofrecerte a cambio de escucharles. Pero a la gente, a veces, le gusta hablar de lo que no sabe. Por que esa es una dolencia, una enfermedad extendida en el S.XXI: hablar de lo que no sabemos, de lo que desconocemos por completo.

Pensamos que las redes sociales lo son todo y nos equivocamos. Nunca podrán sustituir las vivencias propias y el conocimiento de primera mano. Por lo que desde aquí, antes de seguir hablando del conflicto en Siria, os invito a visitar Oriente Próximo que además de haber yihadistas del Estado Islámico también hay ciudadanos inocentes que no entienden de armas, ni de guerras, ni de conflictos, ni de intereses geoestratégicos… Y a los que lo único que les preocupa es vivir en paz, que sus hijos estudien y el día de mañana puedan trabajar en lo que llevan soñando y deseando desde pequeños.

¿Pero quien se va a parar a pensar en ellos? ¿Para qué si nos pilla lejos el lugar, no hablan nuestro idioma, son gente rara…? Pues os diré, que tanto que presumimos de Globalización, de levantarnos en Madrid y acostarnos en Tokyo, de hablar una hora con nuestra prima en Los Ángeles, una amiga en Shangai y el novio en Australia a través de Skype. Tanto que nos codeamos de mover nuestros capitales de un país a otro, de plantarnos en 10 horas en el Caribe a tomar el sol… ya podíamos aprovechar todos esos avances para conocer de cerca, en primera persona a todos esos ciudadanos del mundo que como nosotros habitan este globo y que por suerte o por desgracia no han nacido donde lo hemos hecho otros.  

Pero ahí entra en juego otra enfermedad, otra dolencia del S.XXI que a medida que pasan los años se agudiza (cosa que, por otra parte, me preocupa): el EGOÍSMO.
Pues bien, que yo haya nacido en Madrid y Ahmed en Gaza es algo fortuito. Nos podía haber tocado a cualquiera nacer allí, y entonces ibais a ver como si que nos gustaría que “el españolito de turno” se interesara en conocernos, ver nuestra realidad diaria, la represión, opresión a la que nos somete el ejército israelí, o las tropas de Bassar Al Assad, o el Estado islámico que tan de moda se ha puesto en los últimos meses.

Me gustaría no tener que volver a oír (por boca de algún ignorante) que los ciudadanos de Oriente Próximo, de países como Siria, Iraq, Afganistán, Pakistán se han quedado atrasados ó no han sabido adecuarse a los tiempos actuales… porque si no lo han hecho es porque una fuerza dominante se ha encargado de impedírselo. Una fuerza a la que la interesa mantenerlos relegados, oprimidos con algún fin nunca ético ni moral. En fin, que desde aquí invito a todos aquellos que hablan con desprecio, desconocimiento, oscurantismo sobre palestinos, sirios, afganos… a conocerlos. Estoy segura de que cambiarán su opinión, pero lo más importante, hablarán con conocimiento de causa y con derecho a ello.
Yo por ejemplo, desconozco el mundo de las finanzas o la economía a fondo por ello no opino. Trato de no opinar de lo que no sé, y de querer hacerlo, antes hablo con un experto, pero no me tomo la licencia de hacer comentarios sin conocer. Porque no nos damos cuenta, pero muchas veces, somos creadores de opinión y conciencia de los que nos rodean acerca de un tema concreto. Y andar uno equivocado por el mundo pues… es decisión propia, pero andar equivocando al personal… eso ya es mala leche. Y eso es lo que ocurre con el mundo árabe.

Después de esto me meto de lleno en el tema al que iba, la guerra en Siria. Si si, la guerra en Siria, el conflicto armado, el imperio del miedo que desde hace 5 años se ha cobrado la vida de más de 215.000 Sirios pero que ha obligado a más de 5,6 millones de niños a huir y desplazarse a otros lugares ya que sus casas hace tiempo que no existen, las bombardearon, como las de sus vecinos. Además de los desplazados, están los 2 millones de sirios refugiados en países vecinos, en campos de refugiados tutelados por Naciones unidas. Según estimaciones de UNICEF, más de 10.000 niños han muerto y otros miles han quedado huérfanos.

De nuevo vuelvo a lo mismo. Las cifras son escalofriantes pero está comprobado que también son frías. Leemos esto y al terminar la noticia cerramos la página web y “a otra cosa mariposa”.
Os voy a contar una cosa que quizá os haga entender mejor el dolor que pasa una madre al ver que su hijo crece en bombardeos, balas, disparos, metralletas, entre muertos, y dolor.

Este verano estaba yo trabajando en la redacción de La Sexta Noticias y me tocó hacer una pieza para el informativo sobre como vivían los familiares palestinos en España la masacre de Gaza. Llamé a mi madre, Mercé Rivas, también periodista para preguntarla el teléfono de un amigo palestino que vive en Madrid, Ahmed, y me ella me dijo: Pues yo me marcho ahora a hacer una entrevista a una mujer siria que vive aquí en España, pero que tuvo que huir del conflicto con su pequeño de meses. Aquí va un trocito del relato de esta mujer a la que entrevistó Mercé Rivas para el periódico El País:

“María abandonó su casa en la ciudad de Alepo, la más grande e importante de Siria pero también la más castigada en esta guerra, camino del aeropuerto. Normalmente se tarda menos de media hora en llegar, pero esta mujer aterrorizada consiguió subirse a un minibús que fue evitando controles y zonas peligrosas para, al cabo de hora y media, llegar al control de pasaportes. Llevaba en mano una carta de un familiar que la invitaba al Líbano.

Lo único que María soñaba en ese momento era poder salir del país, olvidarse de esas bombas “con las que llegas a dormirte por las noches y te despiertas con el mismo ruido al amanecer”, declaró a la periodista Mercé Rivas.

En los últimos meses, antes de abandonar Siria, no salía de casa, las ventanas estaban cerradas, sin luz, sin agua y su hijo solo se expresaba con sonidos, explicaba. “Jamás podré olvidar las primeras palabras que dijo mi hijo… Solo sabía decir bum, bum, bum”.


Cuando llegué a casa, al salir de trabajar, me senté con mi madre en el sofá y la pregunté que como había ido la entrevista. Quería que contara como había encontrado a aquella mujer que tanto sufrimiento trasmitía horas antes al teléfono. Una mujer que tuvo la fuerza y valentía de coger a su hijo y largarse lejos. Lejos de las balas, los disparos, el terror, los bombardeos, la escasez de comida y agua…. Lejos de esa pesadilla de la que no podía despertar.

Una madre que las primeras y únicas palabras que escuchó  su hijo eran tiros. El pequeño solo sabía reproducir el sonido que llevaba escuchando desde que nació “bum, bum, bum”. No sabéis lo duro que es para una madre vivir lo que vivió esta mujer. Y ella solo es una de los más de 2 millones de refugiados sirios que han tenido que huir de ese infierno en el que se ha convertido su país. Un país al que, por otra parte, no reconocen apenas. No quedan edificios, no queda vida en las calles porque solo hay destrucción. Casas y edificios derruidos, cadáveres en su interior, familias rotas, niños huérfanos por sus calles, y madres como María que corren en busca de ayuda, madres que lo único que quieren es poder dar un futuro mejor a sus hijos del presente que ellas han tenido que vivir.


En fin, con esto os vengo a decir que cada cifra es una persona, un ser humano con una vida y una historia a sus espaldas, y que aunque os parezca que Siria está muy lejos y lo que allí ocurre a nosotros no nos afecta, os equivocáis.

Las madres sirias sufren igual que las españolas al perder un hijo, le lloran igual que lloraríamos aquí al nuestro, y las balas resuenan en sus oídos igual que resonarían en los nuestros… Así que, ni Siria está tan lejos (nos pilla peor EE.UU y estamos todo el día pendientes de lo que allí ocurre), ni las mamás y los pequeños son diferentes a los españoles, lloran igual que nosotros, ríen, sueñan, estudian… Y ni que decir tengo que lo que allí ocurre nos afecta a nosotros también y mucho.

¿O me vais a decir que no estáis atentos a lo que ocurre con el Estado Islámico? Porque con los atentados en la rotativa de Charlie Hebdo de París nos volcamos, seguimos la información al minuto, al segundo… La razón? Es París, está más cerca y al verlo nos invade una sensación de miedo al pensar que nos pilla cerquita… Que si ha ocurrido allí puede ocurrir en España en cualquier momento…
Pues en Oriente Medio ocurren a diario y acaban con la vida de muchos seres humanos, en su mayoría civiles, mujeres y niños, que no entienden de política, ni de guerras, ni de intereses, y que lo único que quieren es VIVIR EN PAZ, ver crecer a sus hijos, así como verles cumplir sus sueños.

Y es que al final, los seres humanos somos iguales aquí y a 5.000 km. Por lo que, no kiremos hacia otro lado como si no existiera y hagamos algo por ayudar.

jueves, 12 de marzo de 2015

CRÓNICA DE UN VIAJE ANUNCIADO


Portón por el que salen los soldados israelíes al Campo de Aída
Llevo varios días dándole vueltas a una pregunta que me hizo un día mi hermana. Fue a raíz de mi viaje a Palestina (Gaza y Cisjordania) con motivo del rodaje del Documental Largometraje que dirijo “Dreams Behind The Wall”.
Y si, la pregunta en cuestión no era la primera vez que la oía.
Yo sé que ella me la hace sin mala intención, porque me quiere y no le gustaría que me pasara algo en un rodaje. También sé que me la planteó porque me conoce e intuye que este rodaje solo es el comienzo, y que quedan otros muchos por llegar. Y como imagina ella, y no va mal encaminada, no serán grabaciones fáciles, ni localizaciones de lo más agradable.

Nunca me gustó lo fácil. Creo que en esta vida debemos marcarnos aquellas metas que den sentido a nuestra vida y no siempre son las metas que le gustarían a la gente que te quiere. Y ahí está el asunto.
Ideas no me faltan, ni temas tampoco, y mucho menos gente esperando a que alguien de voz a las injusticias de las que son víctima. Los Derechos humanos deberían ser, como su propio nombre indica, algo de lo que gozáramos todas las personas, ya que se adquieren cuando nacemos y nos acompañan, o deberían hacerlo, el resto de nuestra vida. Pero por desgracia, y como los libros y la historia lo confirman, hay muchos rincones del mundo aún en los que sus ciudadanos ven vulnerados estos Derechos.

Después de esta introducción, me meto en el meollo de la cuestión.
Fue una noche de diciembre, yo acababa de regresar del rodaje en Palestina. Mis hermanos organizaron una cena para darme la bienvenida y por la navidad, que estaba al caer.
La verdad, tenía ganas de verlos y contarles la experiencia. Había sido increíble. No se trataba de un viaje fácil, ya que entrar en Gaza requiere permisos del Gobierno israelí que vigila tus pasos allí a donde vas. Además la zona está devastada pero me dejo esa parte para más tarde.
Comenzaron a preguntarme por el viaje, y entre todas esas preguntas resonó la de mi hermana: Oye Elena, el próximo viaje no lo puedes a hacer a otro sitio que sea más tranquilito… Que esta vez has vuelto bien y todo ha salido perfecto, pero te conozco y si te vuelves a ir, lo harás a un sitio parecido… Y yo es que paso un miedo de pensar que te pasa algo…

Pensándolo bien, tiene razón . Y de ahí que os diga que no era la primera persona que me lo decía. Sin embargo, mi madre, que es la persona a la que más quiero, y la que me podía doler que me la hiciera, no me la hizo. No porque no la pensara, que la pensó seguro. Una madre siempre quiere lo mejor para su hija, y Gaza y Cisjordania (Belén) no es el sitio más seguro. Pero hay dos motivos para que no me la planteara. El primero es su profesión y trayectoria. Es periodista y ha viajado por el mundo ejerciendo su oficio. Tampoco le tocaron ni escogió los lugares más seguros. Los temas que quería tratar se escondían en esos rincones del mundo donde las personas carecen de Derechos. Entre esos lugares estaba Gaza. Ella también estuvo en su día para narrar lo que aquellas voces silenciadas de los gazatíes no alcanzaban a contarnos.

El segundo es aún más sencillo. Soy su hija, me conoce, sabe que soy cabezona y testadura. Cuando algo se me mete “entre ceja y ceja” es difícil hacerme cambiar de opinión. Solo suelo hacerlo si veo que la meta no es posible antes de empezar, y de lanzarme a la piscina y hacerlo supondría un fracaso anunciado, y hacer daño a la gente que me quiere. Pero en esta vida hay que arriesgar. Mi amiga Esther siempre me lo decía: “Arriesga y vencerás. Sino siempre te quedarás con la duda de pensar que no lo hiciste, y quizá no venciste”.

Por lo que con este carácter que tengo era difícil (por no decir imposible) hacerme cambiar de opinión. Y entre las dos alternativas que le quedaban a escoger: apoyarme ó ponerse en mi contra e intentar hacer imposible mi meta, escogió la primera. Me apoyó desde el primer momento en el que la senté y se lo dije. Yo quería hacer ese documental y sentía también que tenía que hacerlo.

Visita con  Kayed por Gaza. 
Llevaba todo el verano en la redacción de La Sexta trabajando. Viendo los brutos de imágenes que llegaban por agencias sobre la masacre en Gaza. Si si, la masacre. Porque a aquello no se le puede llamar guerra.
Pues bien, cada vez que veía esas imágenes que nos llegaban (que no son todas las que emitimos, porque en televisión hay códigos éticos y hay que respetarlos) me subía una angustia por el estómago y me caían las lagrimas a borbotones.
Tenía que hacer algo. Durante el conflicto, me ofrecí para cubrirlo pero finalmente no pudo ser. A día de hoy, después de haber visto cada metro cuadrado de Gaza, hablar con los gazatíes, escucharles, ver la destrucción incapaz de ser descrita con palabras… es abrumadora. Después de todo eso, no sé si hubiera vuelto sana y salva.
Cuando se decretó el “Alto al fuego”, que no el fin del conflicto, me dije: Elena, ponte en marcha porque tienes que hacer algo por ellos, por la población civil, en especial los niños, víctimas de la masacre, represión, encarcelamiento por parte del Gobierno Israelí.

Y así fue. Un mes después del “Alto al fuego” me marché de viaje a Israel y Palestina con la persona acertada, la mejor compañía, mi madre. Ella fue corresponsal en Jerusalén, estuvo en Gaza, conoce el terreno y mucha gente. Había que hacer gestiones, un visionado sobre el terreno, reuniones para los permisos, entrevistas con mandatarios palestinos para publicar en España pero, sobre todo, había que patearse el terreno, hablar con sus gente, conocer de cerca sus problemas… Porque todo ello me ayudaría a dar forma a lo que había comenzado como una idea.
Grabé con la cámara que me llevé. Material que usamos más tarde para montar el teaser (vídeo) que subimos a la web Verkami para la captación de fondos para el documental. Y eso, y la inversión que realicé yo de dinero propio fue lo que nos permitió organizar el viaje.



Un mes y medio más tarde ya estábamos allí. Aterrizando en el aeropuerto de Tel Aviv y a partir de ahí vino todo lo demás. Semanas de rodaje en las que, además de currar a destajo, conocimos a cientos de personas que nos ayudaron en el camino y que ahora forman parte del proyecto y de mi vida. Son amigos que, aunque a muchos los tengo lejos, los siento muy cerca todos los días. Hablo con ellos, les veo por skype, y me continúan la película que yo rodé allí. Si en este mismo momento yo me plantara con una cámara en Gaza podría volver a rodar lo mismo, las mismas injusticias o quizá peores de las que grabamos hace 3 meses. Lo mismo ocurriría en Belén, segunda localización del documental, situada en Cisjordania. Ayer hablaba con mi amigo Mousa por Skype y me contaba que los soldados siguen entrando a diario en el Campo de Refugiados de Aida a tirar gases, disparar, registrar casas de forma arbitraria y sin motivo…  Hace 3 semanas le tocó a él. Es cámara y cubre todas las violaciones de Derechos que se producen en el Campo, y los abusos por parte de los soldados israelíes. Pues bien, una noche mientras les grababa en el Campo le pegaron y le rompieron cosas de la cámara, su herramienta de trabajo. Acto seguido se marcharon. Continuaron registrando casas de forma arbitraria y violenta, disparando gas y lo que no es gas…
Campo de refugiados de Aida (Cisjordania)

Ahí radica el problema, en la IMPUNIDAD. Estos señores, soldados del ejército israelí, se adentran a diario en el Campo de Refugiados de la UNRWA (bajo tutela de Naciones Unidas), arrestan a menores, disparan gases lacrimógenos, balas de metal cubiertas de goma… y no les pasa nada. Así lleva ocurriendo décadas y así seguirá ocurriendo, a menos que haya gente que decida denunciarlo, cada uno como pueda. Yo lo hago a través de mi profesión, el periodismo. El poder estar allí y ver con mis propios ojos lo que vi en ese viaje es lo que da sentido a mi oficio y a mi razón de ejercerlo.

Así es la vida en Cisjordania. El Muro se ha convertido en el personaje protagonista, ahogando y asfixiando a los que en su interior viven. Son diarias las incursiones de los soldados en los Campos de Refugiados, territorio tutelado por Naciones unidas, donde disparan balas y gas gas lacrimógeno contra los niños. 

Pero si la vida allí es difícil, imaginad como es en Gaza, donde sufren un bloqueo desde el año 2007. No pueden entrar ni salir personas ni mercancías. Ciudadanos presos en 40 Km de largo por 6 ó 12 Km de ancho. Es el territorio más densamente poblado del mundo, más que China. Encarcelados sufren la represión en forma de misiles, de masacres contra niños y mujeres indefensos que no entienden de intereses ni política. 

Recuerdo uno de los días de rodaje. Fuimos  grabar a Sahara, una niña que de no ser por la ayuda los psicólogos locales que trabajan a destajo, no habría superado el Estado de trauma en el que quedó tras la última masacre de este verano. Pues bien, cuando acabamos de rodar vino corriendo a despedirse. En su mano me traía una rosa y un colgante con la forma de la franja de Gaza y la bandera palestina en su interior. Me miró, me abrazó, me dio un beso y me dijo al oído en árabe: Elena por favor, no te olvides de mi nunca! Prométeme que volverás a visitarme!

Sahara, niña que sufrió Estado de trauma (Gaza)
Aquellas palabras me llegaron al alma. Como me siguen llegando las de mi amigo Kayed, guía y traductor durante nuestro viaje en Gaza, pero sobre todo amigo. Porque como ya os decía antes, en este rodaje conocí mucha gente. Gente que aunque esté lejos la sientes cerca. Gente a la que terminas por querer como he terminado queriendo yo a los gazatíes. 

En definitiva, dándole vueltas a la pregunta de mi hermana, llegué a una conclusión: No puedo marcharme a rodar a lugares más tranquilitos porque los rincones del mundo que quiero visitar son lugares en los que no se respetan los Derechos Humanos, y eso ocurre porque hay un sistema que los reprime y es impune por ello. Por lo que tiene que haber alguien que lo cuente. Y quizá, muchos de esos sitios ya han sido objeto de mas rodajes, reportajes… pero el periodismo y el cine es así, efímero. Dura lo que dura la noticia, ó la película en cartelera y festivales. Luego se evapora y se convierte en parte del olvido. Tiene que llegar alguien que de nuevo de salida al tema. Ojalá pueda rodar muchas más historias, ya estoy pensando en la siguiente, pero Palestina tenía que ser la primera. Para mi es muy especial, y los que me conocen lo saben.

Pero en mi mente ya rondan historias a las que, espero, en un futuro poder dar forma. INSHALA!