Mercé Rivas, periodista |
El
agujero negro de Guantánamo sigue en marcha once años después. Obama se ha
vuelto a referir a la necesidad de coger impulso para cerrarlo. Es una
vergüenza para la humanidad.
Las
autoridades estadounidenses deben adoptar
medidas urgentes para reparar estos once años de abusos legales. Los internados en este campo de concentración
estadounidense, deben ser sometidos a juicios con garantías ante tribunales
independientes o deberían quedar en libertad. Es la hora de poner en marcha la
Declaración Mundial de Derechos Humanos.
De
las 779 personas que fueron detenidas, 600 han sido enviados a otros países y
quedan 169, según el New York Times.
Además, ocho detenidos murieron bajo custodia.Y es que estos once años
de abusos, iniciados por el Presidente Bush, tras el ataque del 11 de
septiembre, tienen su reflejo en la persona de Musaab Omar al Madhwani, según
investigaciones llevadas a cabo por Amnistía Internacional. Musaab lleva un
tercio de su vida en este agujero negro sin saber exactamente cuál va a ser su
futuro.
A
sus 32 años, este ciudadano yemení era detenido
el 11 de septiembre de 2002 en un apartamento de Karachi (Pakistán). Le ataron
de manos y pies, le vendaron los ojos y le golpearon insistentemente con un fusil.
Cinco días después lo entregaron a las fuerzas estadounidenses, que lo
trasladaron inmediatamente a Afganistán pasando más de un mes en un lugar
secreto gestionado por los militares.
Durante
este tiempo fue torturado hasta la saciedad. En octubre lo enviaron a la base
estadounidense de Bagram (Irak) en donde fue de nuevo sometido a maltratos
ilegales. Como no decía lo que los militares estadounidenses querían oír, lo enviaron
a Guantánamo, una ciudad al sudeste de la isla cubana, capital de la provincia
del mismo nombre en donde sus habitantes viven del azúcar y del café.
Pasaron
dos años más hasta que tuvo acceso a un abogado, y casi seis hasta que la Corte
Suprema de Justicia estadounidense resolvió que él y otras personas recluidas
en Guantánamo tenían derecho a impugnar la legalidad de su detención ante un
tribunal. Finalmente, la petición de habeas corpus de Musaab Al Madhwani se
estudió en 2010. “Han
pasado más de 10 años desde que quedó bajo custodia, y Estados Unidos, que no
lo ha acusado de ningún delito, alega que tiene derecho a mantenerlo recluido
indefinidamente en nombre de su “guerra” global contra Al Qaeda y sus grupos
afines”, afirma Amnistía Internacional.
En
2010, un juez de la Corte Federal de Primera Instancia encargado de estudiar la
petición de Musaab al Madhwani concluyó que éste era “como mucho, una figura
menor en Al Qaeda, que al parecer nunca finalizó su adiestramiento en el manejo
de armas, nunca disparó un arma en una batalla, y nunca planificó
conspiraciones terroristas, participó en ellas o siquiera tuvo conocimiento
sobre ellas”. En mayo de 2011, la Corte de Apelaciones de Estados Unidos
confirmó el fallo.
La
triste historia de Musaab es sólo un caso más de las muchas que han pasado por
Guantánamo.
De
los 779 detenidos recluidos en la base de Guantánamo desde 2002, sólo uno ha
sido trasladado a Estados Unidos para ser juzgado ante una corte federal
ordinaria. Otros han sido enjuiciados ante comisiones militares, en procesos
que incumplen las normas internacionales sobre garantías procesales.
Actualmente, el gobierno pide la pena de muerte para seis de los hombres
sometidos a estos juicios, lo que supone una clara violación del derecho
internacional.
Los
papeles publicados por Wikileaks en 2012 afirmaban que Guantánamo “creó un
sistema policial y penal sin garantías
en el que solo importaban dos cuestiones: cuánta información se obtendría de
los presos, aunque fueran inocentes, y si podían ser peligrosos en el futuro”. Hay casos, según
revelan los informes secretos, en los que ni siquiera el Gobierno de EE UU sabe
los motivos por los que alguno de los hombres fue trasladado a Guantánamo, y
otros en los que ha concluido que el detenido no suponía peligro alguno como el
caso de un anciano de 89 años con demencia senil y depresión que vivía en un
complejo residencial en el que apareció un teléfono por satélite.
Treinta presos en Guantánamo padecían enfermedades psiquiátricas,
depresiones profundas, graves trastornos de personalidad y varios
protagonizaron reiterados intentos de suicidio que en algunos casos se
consumaron, según las evaluaciones médicas a las que se les sometía en el campo
Rayos X al ingresar en el centro carcelario. Según los psiquiatras militares,
la enfermedad de algunos presos se transformaba en peligro de militancia en los
grupos yihadistas.
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