viernes, 17 de mayo de 2013

HOMENAJE A ROSALINDA TUYUC, UNA MUJER DE PEQUEÑA ESTATURA PERO ENORME FUERZA, CONSTANCIA, Y LUCHA POR SU PAÍS, GUATEMALA, Y POR LOS SUYOS

"NOS LEVANTAMOS DE LAS CENIZAS DE LAS MASACRES PARA BUSCAR SOLUCIONES"

Pequeña de estatura pero grande de espíritu, esta maya guatemalteca no ha tirado nunca la toalla en su lucha por que se hiciera JUSTICIA. Han sido muchas las décadas que personas como Rosalinda han luchado porque sus voces fueran escuchadas, y parece que por fin lo han conseguido.
La Guerra civil de Guatemala acabó con la vida de más de 200.000 personas entre los años 1960 y 1996. Uno de los protagonistas de estas masacres fue, entre otros muchos, Ríos Montt, antiguo general y presidente de Guatemala, condenado recientemente por un Tribunal de su país a 80 años de prisión por genocidio y crímenes contra la humanidad. Unos crímenes que tocaron muy de cerca a Rosalinda y su familia.
Maya guatemalteca, inició su actividad social con un grupo de jóvenes cristianos de la Parroquia del Sagrado Corazón de Chimaltenango en los años setenta. Diez años más tarde, los militares secuestraron y asesinaros a su padre y a su marido dejándola al cargo de dos hijos, de año y medio y once meses respectivamente. Un panorama desolador el que se le presentó a Rosalinda, una mujer acostumbrada al cuidado de sus hijos, pero siempre sabiendo que contaba con el respaldo de su marido y padres. De un día para otro, esta pequeña mujer con energía de gigante vio truncada su vida lo que la hizo activarse, ponerse en marcha. En estos momentos además de presidir la Coordinadora Nacional de Viudas Índigenas de Guatemala (CONAVIGUA) preside la Comisión Nacional de Resarcimiento.

"Los indígenas somos la mano de obra barata y quienes dimos los muertos. No buscamos la venganza sino la justicia". Y justicia es lo que se está haciendo en Guatemala, ya que en las últimas décadas ha tenido lugar una revolución global de lucha contra la impunidad. Tarde, pero con valentía, como señala Paul Seils, una nueva generación de fiscales, liderados por la fiscal Claudia Paz, ha conseguido que las demandas de justicia de las víctimas, entre las que se encuentra Rosalinda Tuyuc, hayan sido por fin escuchadas. En el año 2004, el Gobierno de Guatemala admitió ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos que el régimen de Ríos Montt había practicado una estrategia de genocidio y crímenes contra la humanidad.

Rosalinda Tuyuc, mujer de pequeña estatura pero energía y fuerza gigantes, comenzó a trabajar con otras viudas que estaban en situación similar. "No teníamos nombre", comenta, "simplemente éramos mujeres que buscábamos ayudas en iglesias, municipios y delegaciones internacionales". Y así nació CONAVIGUA, la Coordinadora Nacional de Viudas de Guatemala, cuya presidenta es nuestra protagonista, Rosalinda Tuyuc. Su misión es trabajar con las mujeres viudas, casadas, y solteras en distintas comunidades lingüísticas del pueblo maya, brindándoles orientación, capacitación, asesoría y acompañamiento para la defensa de sus derechos como mujeres y lo que es más importante, como seres humanos.


Guatemala ha sufrido una de las guerras internas más largas de Ámerica Latina (a excepción de Colombia), que duró 36 años en los que se cometieron masivas violaciones de los derechos humanos. "Las peores matanzas fueron entre 1979 y 1983 y la mayoría de ellas cometidas por las Fuerzas Armadas", recuerda entre lagrimas Tuyuc, y es que como ella afirma, no puede evitar emocionarse cada vez que recuerda ese periodo terrible de su vida. Porque aunque sea una mujer valiente, fuerte, constante en su lucha e incansable es un ser humano de carne y hueso, una mujer que tuvo que vivir una situación que, en su momento, pensó que era insostenible y que no sería capaz de sacar adelante. Algo que el paso de los año ha demostrado no ser así.
"Los antropólogos no tienen duda que fueron masacrados, se encontraron cadáveres amarrados en grupos que presentaban señales de haber sido ahorcados con torniquetes", informaba e esos días el Procurador de Derechos Humanos a la BBC de Londres.
La historia de Yolanda Aguilar Urizar también es aterradora. Se quedó embarazada después de haber sido violada por 20 soldados, y manoseada por quienes en la cola se masturbaban impacientes, durante los años en los que los reclutas oían de sus sargentos: "Mugres, ustedes aquí van a ser máquinas de matar, matar y matar", les gritaban en los campos de entrenamiento. En Guatemala se mató a destajo. Aproximadamente, el 93% de las víctimas lo fueron a manos del Ejército, de los escuadrones de la muerte, o de los campesinos enrolados en las Patrullas de Autodefensa Civil (PAC); el resto fueron liquidados por las feroces represalias de la guerrilla de la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca (URNG). El Ejército diseñó una campaña  de represión para controlar la práctica totalidad de la población, y de los territorios alcanzados. En el año 1985, antes de entregar el poder a los civiles, el Ejército destruyó todos los documentos compremetedores, sin embargo, los Informes sobre la Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI) y el de la Comisión de Esclarecimiento Histórico, patrocinado por la ONU, permiten una gran aproximación a lo ocurrido en Guatemala.

"Vivimos con miedo, persecución y amenazas. Y eso nos hizo más fácil organizar a las mujeres indígenas, además teníamos que proteger a nuestros hijos del reclutamiento forzoso", explica Rosalinda. Y añade,: "Para CONAVIGUA y para todos los pueblos indígenas era muy importante luchar contra el reclutamiento forzoso, fue uno de nuestros objetivos. Pero eso no se consiguió hasta la firma de los Acuerdos de Paz".
Los Acuerdos de Paz fueron una docena de acuerdos suscritos por el Gobierno de la República de Guatemala y la Unidad Revolucionaria Nacional Guatemalteca entre 1991 Y 1996, para alcanzar soluciones pacíficas a los principales problemas que generó el Conflicto Armado Interno.

"Recuerdo que en esos días el párroco de mi ciudad me dio la oportunidad de tocar la Biblia, porque en ese entonces las mujeres no podíamos tocarla ya que los catequistas decían que teníamos muchos pecados". Para el Obispo de Guatemala, Gerardo Flores, lo que "era una auténtica situación de pecado era que en Guatemala el 2,5% de la población fuera propietaria del 82% de las tierras cultivables, mientras que el 60% de la población vivía en la pobreza o en la pobreza extrema".
Cada 25 de febrero, centenares de familias conmemoran el Día Nacional de las Víctimas del Conflicto Armado. Esa fecha coincide con el día en que la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, Verdad y Justicia presentó su informe sobre las violaciones de derechos humanos cometidas durante el conflicto bélico, que recogía más de 6.000 testimonios de las víctimas. Una Comisión que ha servido para dejar claro violaciones de derechos humanos que sufrieron guatemaltecos víctimas del odio que desprende cualquier conflicto armado. El Informe emitido por esta Comisión fue el punto de partida en la lucha contra la impunidad y por eso, el Obispo Gerardo Flores, que lideró el proceso, fue asesinado brutalmente después. Ese fue el precio que tuvo que pagar este Obispo.

La mayoría de viudas e hijas de campesinos asesinados que participan en la conmemoración llegan con flores rojas en la mano hasta el centro histórico de la capital. Además de exigir justicia para los responsables del genocidio, los manifestantes piden al Parlamento, año tras año, que apruebe de una vez las ayudas económicas a los familiares de las víctimas causadas por el Ejército. Y ahí está siempre, no falta nunca, con su vestimenta indígena de vivos colores y cabello recogido en una trenza, la pequeñita gran mujer Rosalinda, junto a sus compañeras de lucha. "La mayoría de los que estamos acá no tenemos un lugar donde depositar una flor, porque no sabemos donde fueron enterrados, donde fueron tirados los cadáveres de hombres, mujeres, ancianos y niños que fueron asesinados".

En el informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico, Verdad y Justicia se afirma que el Ejército fue responsable del 96% de las violaciones y cuantificó 630 matanzas colectivas, principalmente de indígenas. Ése fue el balance: 200.000 muertos, 45.000 desaparecidos y más de 50.000 viudas y huérfanos. "Los familiares de las víctimas", asegura Tuyuc, "nos levantamos de las cenizas de las masacres para contribuir a la búsqueda de soluciones a los problemas de la pobreza, educación salud y desarrollo del país pero el Estado no ha cumplido con la parte que le correspondía. Así como éste invirtió mucho para luchar contra las comunidades, creo que ahora es importante invertir en la reconstrucción del tejido social", afirma con suave voz pero mucha seguridad.

Orgullosa de pertenecer a una cultura milenaria, se siente satisfecha de poder trabajar para un país de 12 millones de habitantes, de los cuales más de la mitad son indígenas. Fue candidata al Premio Nobel de la Paz en 2005. "Hemos conseguido cosas positivas para las mujeres indígenas, estamos mejor organizadas, conocemos nuestros derechos económicos, políticos o culturales pero seguimos teniendo problemas para acceder a la justicia, a la salud y estamos siempre expuestas a sufrir discriminación", añade con ojos tristes envueltos en lágrimas. En su largo recorrido, Rosalinda llegó a conseguir un escaño en el Parlamento por el Frente Democrático Nueva Guatemala, pero salió bastante desengañada: "En el Congreso no hay coincidencia social ni de género. Hay muy poco compromiso por parte de los diputados". Aunque cree que Guatemala va encaminándose lentamente hacia el fortalecimiento de la democracia, piensa que "no es fácil superar las consecuencias de la guerra; la violencia que golpea día a día a los guatemaltecos, especialemente a las mujeres, son las secuelas y traumas que no superan, principalmente porque los Acuerdos de Paz no lograron una nueva estructura del país, no se logró la desarticulación del ejército, y no se lograron cambios en los partidos políticos ni hubo cambios en las estructuras del Estado". Denuncia a día de hoy "los desalojos violentos, las muertes extrajudiciales, las amenazas de muerte, la extracción de minerías en áreas que deberían ser reservas protegidas, que desplazan comunidades enteras para robar oro, plata, petróleo y otros minerales".

Con voz suave pero orgullosa habla de los mayas, aztecas, mexicas, aymaras, quechuas, mapuches, vibris y otros, "que durante siglos han desarrollado una gran conexión y armonía con la madre naturaleza, respetando y desarrollando una ciencía con filosofía, arquitectura, agricultura y matemática". "Las culturas de nuestros pueblos son una gran reserva de la humanidad aunque la cultura occidental no los valore ni los tome en cuenta", añade con fuerza. Contraria a las guerras, el consumismo, la ambición o la violencia dice buscar en su vida y en la de los suyos armonía, respeto y solidaridad.

Es verdad que no es justo que el único que pague la masacre vivida en Guatemala sea Ríos Montt, ya que con él debían haber estado sentados en el banquillo varios dirigentes más que durante los 36 años que duró el conflicto armado cometieron las mismas atrocidades. Pero lo que si es verdad es que aunque a efectos prácticos de poco vale la condena de Ríos Montt, debido a su elevada edad y la tardanza en emitirse el fallo, el valor simbólico que supone la misma es colosal. Sobre todo para un país, Guatemala, donde por primera vez los indígenas, que representan el 40% de la población, han podido hacer oír sus voces ante los tribunales. Su condena, por genocidio y crímenes contra la humanidad, han reabierto heridas sin cicatrizar en una sociedad, la guatemalteca, que todavía trata de manejar el legado, el testigo, de una guerra que duró décadas y en la que murieron miles de personas. La sentencia no solo supone un acto de justicia para las familias, como la de Rosalinda Tuyuc, que durante años la han estado esperando. Sino que el precedente histórico también significa una llamada de atención para otras muchas partes del mundo, donde dirigentes presentes o pretéritos gozan de libertad y privilegios, pese a su probada implicación en hechos semejantes.

Me gustaría terminar este artículo como lo comencé, con las palabras de Rosalinda Tuyuc: "NOS LEVANTAMOS DE LAS CENIZAS DE LAS MASACRES PARA BUSCAR SOLUCIONES".

Elena Herreros Rivas, periodista
Mercé Rivas Torres, periodista y escritora y sin la cuál este artículo nunca habría sido posible.

1 comentario:

  1. fue una bonita experiencia conocer a Rosalinda. Gracias

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